8/08/2010

CINE CINE CINE


Cine alemán: ecos de una sociedad multicultural

Carlos Bonfil

Del 5 al 15 de agosto se exhibe en la Cineteca Nacional la novena Semana de Cine Alemán, que repetirá proyecciones en Monterrey y Guadalajara durante el resto del mes. En esta ocasión la semana se enriquece con una retrospectiva de uno de los cineastas más destacados en Alemania, Fatih Akin, conocido en México por sus cintas Contra la pared (Gegen die Wand, 2004), Cruzando el puente: sonidos de Estambul (2005) y A la orilla del cielo (Auf der anderen Seite, 2007). La revisión de su cine permitirá conocer los primeros trabajos de un director que con sus tres cintas últimas dispone ya de un público cautivo en México. La expectativa es también grande por su película más reciente, Soul kitchen.

Importa destacar la figura de Fatih Akin, cineasta alemán de origen turco, nacido en Hamburgo, y fiel retratista de su comunidad multicultural, por ser el artista que mejor refleja los cambios y contrastes culturales en la Alemania posterior a la caída del muro de Berlín y a la reunificación territorial. Su cine, expresión muy elocuente de las nuevas atmósferas en una sociedad crecientemente multirracial, combina géneros y tonos narrativos, transita tersamente de la comedia al drama, evitando la grandilocuencia y el acento panfletario. No denuncia los renovados embates del racismo, pero sí ilustra de modo eficaz la recomposición del cuerpo social con la emergencia de nuevos protagonistas (minorías étnicas y sexuales, desempleados, personas sin techo, roqueros, parias urbanos) a los que la nación neoliberal debe tomar en cuenta en su dinámica progresista.

No es un azar que películas notables como El listón blanco (Das weisse Band), del austriaco Michael Haneke, y La extraña (Die fremde), de la también directora austriaca Feo Aladag, sean señalamientos muy ásperos de climas de intolerancia; el primero a partir de una interesante perspectiva histórica (la inoculación del sentimiento autoritario en la niñez prehitleriana), y el segundo con la difícil aclimatación a la sociedad moderna germana de una joven kurda (formidable Sibel Kekilli) que escapa de la violencia conyugal en Turquía, para encontrar incomprensión y rechazo en su familia que ha emigrado a Alemania. Estas dos cintas son dos momentos de reflexión sobre problemas sociales e históricos que son una constante en la producción reciente del cine alemán.

El realizador Andreas Dresen, quien anteriormente ofreciera la notable historia de amor septuagenario En las nubes, sorprende hoy con un vuelco muy logrado a la comedia melancólica en Whisky con vodka, un relato sobre la vejez física y profesional y el inevitable relevo generacional. En otro registro humorístico, Lila Lila, de Alain Gsponer, alude al poder de manipulación mediática que permite que dos personas se presenten ante una joven como autores de un mismo libro, acusándose mutuamente de plagio literario, sin que ninguno de los dos lo haya escrito. En Fuerza de gravedad, de Maximilian Erlenwein, la comedia del engaño alcanza proporciones más dramáticas cuando el empleado de un consorcio de crédito bancario decide, en complicidad con un amigo ex presidiario, dar un giro radical a su existencia e iniciar una carrera delictiva sacando el mayor provecho de los secretos financieros a su alcance. El thriller al servicio del humor negro. En Lo mismo, pero diferente, el director Detlev Buck toma como pretexto una trama amorosa sin mayores sorpresas (un joven alemán fascinado por una sexoservidora camboyana), para elaborar con delicadeza una reflexión sobre los estragos del sida en los países económicamente desfavorecidos, el contraste con la situación de los seropositivos en las naciones ricas, y el insólito lazo de solidaridad que dicho contraste crea en la pareja protagonista.

Si bien el relato de ficción da muestras inequívocas de novedad y diversidad temática en el cine alemán, la originalidad artística se concentra hoy en la producción de documentales que exploran vetas inusitadas: en Pianomanía, de Robert Cibis y Lilian Franck, un afinador de piano se enfrenta obsesivamente a ubicuas conspiraciones sonoras en su empeño por doblegar la nota musical a un ideal de armonía perfecta, mientras en La mujer con los cinco elefantes, de Vadim Judreyko, una pasión no menos absorbente preside el trabajo de la octogenaria ucraniana que repasando su propia biografía detalla su labor como traductora de cinco obras monumentales de Feodor Dostoyevski.

El cine alemán actual lo confirma: la multiculturalidad es el sustento más sólido y atractivo de las bellas artes.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario