8/10/2010

El asalto a las normales rurales

Luis Hernández Navarro

AElba Esther Gordillo no le gusta el normalismo, mucho menos las normales rurales. Apenas el pasado 5 de agosto, al participar en el seminario La nueva sociedad: una nueva educación y una nueva política, volvió a la carga contra ellas. “Hemos planteado muchas veces a las autoridades –dijo– que si se cierran algunas de las normales rurales va haber mucho alboroto de los jóvenes. No se olviden que las normales rurales han sido semilleros de guerrilleros, pero si no hacemos esto van a seguir con lo mismo.”

No hay en la historia profesional de Doña Perpetua razones de fondo para identificarse con el normalismo. A diferencia de la mayoría de los maestros de educación primaria pública del país, ella no estudió para ser profesora en una escuela Normal. En 1960 asistió a los cursos del Instituto Federal de Capacitación del Magisterio, una institución creada por el presidente Manuel Ávila Camacho para regularizar a maestros que impartían clases sin capacitación previa y sin título. Comenzó a trabajar en Ciudad Nezahualcóyotl sin haber conseguido el título, pero “sus protectores –cuentan Arturo Cano y Alberto Aguirre– pusieron como condición que terminara sus estudios”.

Afirmar, como hace Elba Esther, que las normales rurales han sido semilleros de guerrilleros, es una barbaridad sin fundamento. De la misma manera en la que de las filas de esas escuelas han salido disidentes políticos y sociales, también han egresado maestros que se han convertido en importantes políticos priístas, caciques, líderes sindicales charros (Carlos Jonguitud es egresado de la Normal Rural de Ozuluama) y funcionarios del sector educativo. La lista es muy larga. Cito, tan sólo, dos ejemplos: Enrique Olivares Santana y Liberato Montenegro.

Enrique Olivares Santana fue una figura clave de la política mexicana. Su biografía es emblemática de la trayectoria pública de la vieja guardia priísta. Nacido en 1920, masón, fue líder sindical y dirigente campesino, llegó a ser secretario de Gobernación entre 1979 y 1982, gobernador de Aguascalientes, presidente del Senado, secretario general del PRI, diputado local y federal y el primer embajador de México en el Vaticano. Estudió en la Normal Rural de San Marcos, Zacatecas.

Liberato Montenegro es un emblema del sindicalismo charro. Es el prototipo del cacique gremial. Aunque nació en Jalisco en 1938 es el hombre fuerte del magisterio nayarita, Diputado y senador tricolor, su imperio abarca de la más modesta escuela a parte de la clase política estatal. Él decide el destino de los maestros en su entidad. En los últimos 23 años ha impuesto al menos a 54 alcaldes electos y a 35 diputados locales, todos miembros del SNTE. Era casi un niño cuando ingresó al internado de la Escuela Normal Rural de Xalisco, en territorio nayarita, de donde fue dirigente de la Sociedad de Alumnos Emiliano Zapata. Se convirtió en presidente de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM).

Roberto Meza, antiguo dirigente de la disidencia magisterial de Hidalgo, ha explicado el proceso mediante el cual algunos normalistas rurales se vuelven dirigentes charros. “Los caciques –dice el maestro– por inercia social, mandaron a sus hijos a las normales rurales, donde estudiaban los hijos de quienes los cuestionaban en el campo. De allí salieron dirigentes sindicales con nexos familiares con los caciques. Otros como Manuel Sánchez Vite (ex dirigente del SNTE) y Onofre Hernández fueron más allá. Entraron de lleno a la estructura sindical y se convirtieron en caciques burocráticos.”

Las declaraciones de la maestra contra las normales rurales no son novedosas. Forman parte de una leyenda negra alimentada desde el poder desde que, en julio de 1940, una veintena de ellas se fue a la huelga exigiendo mejor alimentación, reconstrucción de sus edificios escolares y dotación de material de estudios. A partir de ese momento comenzaron a recibir acusaciones de ser semilleros de comunistas. En 1950 el gobierno de Miguel Alemán anunció el cierre de algunos planteles y la reducción de los años de estudio, argumentando que las escuelas se habían convertido en viveros de líderes y que muchos estudiantes se cambiaban a la UNAM para seguir sus estudios. La respuesta de los jóvenes frenó a la medida.

Sin embargo, es cierto que estas instituciones educativas han sido una incubadora de organizadores sociales. José Santos Valdés, uno de los grandes héroes pedagógicos del país –ahora casi olvidado y ninguneado–, decía que los maestros rurales debían ser líderes de su comunidad. Así ha sido. De sus aulas han salido dirigentes populares comprometidos con la transformación social. La lista es muy grande: Lucio Cabañas; los profesores Rafael Martínez Valdivia y Miguel Quiñones Pedroza (fallecidos en el ataque al cuartel Madera el 23 de septiembre de 1965); Misael Núñez Acosta (asesinado en 1981 por pistoleros a sueldo del SNTE); también organizadores campesinos como Ramón Danzós Palomino, Álvaro López, Emilio García y Vicente Estrada.

Pero considerar ese compromiso como muestra de que las escuelas son semilleros de guerrilleros es un despropósito destinado a justificar la represión contra los muchachos y cerrar las instalaciones escolares críticas con Gordillo. Los egresados de esos centros educativos tienen una indudable vocación de enseñanza. Miles de maestros salidos de ellas dan clase en condiciones muy difíciles.

Entrevistado por la revista Contralínea, el Comité Central de la FECSM rechazó denuncias parecidas. “Son semilleros de buenas personas: críticas, analíticas y reflexivas –respondió–. Estas escuelas abren la mente de la gente, le muestra la injusticia que hay. La misión de los profesores rurales es enseñar a la gente cuáles son sus derechos.”

La acusación de Gordillo contra las normales rurales es parte del asalto contra ellas en marcha. Un asalto que busca desaparecer una de las experiencias pedagógicas más interesantes y ricas que se han vivido en el país.

Ruinas

José Blanco

La palabra m

ás suave para referirse esta vez a Elba Esther Gordillo es la de caradura (cualquier sinónimo es sensiblemente más rudo). No hay sorpresa: a un buen número de los políticos mexicanos, conforme más años pasan en el ejercicio de la política, la paquidermia les avanza hasta volverlos insensibles. Resisten no digamos la crítica, que ni cosquillas les hace, también, sin chistar, merecidas descalificaciones. Nosotros tenemos mucho tiempo de lucha y hemos aprendido a resistir, pero también a ganar, y lo vamos a hacer porque tenemos la razón legítima; de veras, eso dijo al participar en el seminario La nueva sociedad. Una nueva educación y una nueva política.

Es verdad que la Jefa de todos los jefes, más sus ejércitos, tiene muchísimos años de lucha política, con las consecuencias paquidérmicas aludidas, pero eso de que tiene la razón legítima, es un exceso: quién sabe de qué diablos habla.

Si la legitimidad jurídica se refiere a la ley, la legitimidad política se refiere al ejercicio del poder. Dado que hablamos de una poderosa vieja política, tenemos que referirnos forzosamente a su legitimidad política. La legitimidad la otorga el consenso. Como la educación básica es asunto de toda la sociedad, Gordillo delira si cree que su razón cuenta con el consenso de la sociedad mexicana.

Sus muchos años de lucha política ciertamente tienen muy poco que ver con la educación. Han tenido que ver, sí, con la política-política. Señora Gordillo: ¿cree usted que en este país alguien no lo sabe?

¿Acaso no sabe medio mundo que usted pone funcionarios en la SEP y en las secretarías de Educación de las entidades federativas?, ¿acaso no sabemos que las normales rurales, antes de que empezaran a escapársele de las manos, eran escuelas de politicastros para engrosar sus ejércitos, haciendo de ellos, por ejemplo, presidentes municipales o diputados locales?, ¿acaso no se ha opuesto usted a brazo partido, mil veces, a la evaluación de la educación básica y sus mentores?, ¿acaso no han salido reprobados los profesores de los niños de este país, en su inmensa mayoría, cuando finalmente pudo hacerse un somero examen de sus conocimientos?, ¿qué tiene que ver su trabajo con la educación que no sea estropearla mediante su lucha política? ¿Todo ello le confiere una razón legítima?

Imagine por un momento el caro lector, que los muchos años de lucha política de Gordillo hubieran estado dedicados a asuntos de la educación básica: bien, al alimón la camorra Gordillo y sus cómplices históricos de la SEP lograron hacer de la educación básica, ruinas. Sólo la insania que asoma a su dura cara puede traducir ruinas como legitimidad.

Como monarca del poderosísimo SNTE, su asunto es la materia laboral de los profesores. Como ciudadana, como cualquier otro ciudadano, puede tener opinión sobre el lastimoso presente y el incierto futuro de la educación, pero como Jefa de todos los jefes, no le corresponde derecho especial alguno. Ocurrió pero mostró haberse probado ruinoso.

La entera educación de México requiere una profunda reforma de los modelos pedagógicos y de su organización institucional. El SNTE es, en efecto, un obstáculo formidable, en el supuesto de que las autoridades quisieran esa reforma. Para llevar a cabo tan titánica tarea es preciso conocer a fondo lo que ocurre con la educación en el mundo. Los dueños del SNTE con Gordillo a la cabeza no tienen sobre la materia, me temo, ni la menor idea.

La educación es ciertamente uno de los problemas más atroces de la sociedad mexicana. Entre 8 y 10 por ciento de los niños abandonarán las ruinas, y 5 por ciento de los egresados, no demandarán escuela secundaria. Posteriormente, 22-23 por ciento abandonarán ese nivel, y 15 por ciento no demandarán ingreso al bachillerato propedéutico. Dado que la eficiencia terminal del bachillerato es de alrededor de 60 por ciento, tendremos un egreso cuantitativa y cualitativamente raquítico –téngase presente la prueba y Pisa y otras evaluaciones–, que configurará una socialmente escuálida demanda potencial a la educación superior cuya estructura, sin embargo, no encontrará una oferta correspondiente.

La semana pasada, el doctor José Narro Robles, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, llamó la atención sobre el hecho de que la cobertura de educación superior en México es inferior a la media latinoamericana: una vergüenza. Agregó que México requiere urgentemente duplicar su cobertura de educación superior que, si bien nos va, llegará en 2012 apenas a 30 por ciento. Pero al día siguiente, diputados de PRI y PRD declararon, ante una iniciativa de ley que tiene varios años archivada, que la educación media superior obligatoria no es una prioridad.

Así, el bono demográfico se esfuma año con año, y la posibilidad de la duplicación de la cobertura de educación superior, también. Como es claro, la educación, como principalísima palanca del desarrollo en el mundo, se halla en México extremadamente flaca, y el drama no tiene salida en el futuro previsible.

Hay problemas múltiples en el conjunto de la educación, pero es transparente como el aire que nada relevante puede hacerse en la cúspide de la educación si no ponemos de pie las ruinas de la educación básica a cargo de Gordillo y sus camaradas que fungen como autoridades de ese nivel educativo.

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