11/21/2011

La cínica alianza


Ricardo Raphael

¿Qué dirá realmente la letra pequeña del convenio firmado por PRI y Nueva Alianza? Las verdaderas razones sobre las que se sostiene ese matrimonio todavía pueden sorprender.

Público es que la líder real del partido más pequeño exigió para una de sus dos hijas, y para el marido de la otra, un asiento en el Senado. Negoció además 9 diputaciones seguras y 14 probables. A cambio, el Panal hará en julio próximo lo que mejor sabe hacer: pondrá al servicio de sus socios la maquinaria electoral más sofisticada del país: al menos 50 mil operadores capaces de extraer sufragios aun en las secciones electorales más deshidratadas.

Solo por esta habilidad notable, y porque en época de comicios reñidos la profesora Gordillo Morales mejora sus bonos, a los aspirantes presidenciales suele tenerles sin cuidado tomarse la foto con la política más desprestigiada de todo el santoral mexicano.

Fue Enrique IV de Francia quien dijo: “¡París bien vale una misa!”. Hoy, uno que otro aspirante a ocupar la recámara principal de Los Pinos imita despreocupado a aquel rey, mientras tomado del brazo se exhibe con la encumbrada dirigente magisterial. A cambio de los votos que puede aportar, poco importa una socia detestada.

Cabe suponer que Andrés Manuel López Obrador fustigará el año próximo al PRI por su alianza con el Panal, pero igual lo habría hecho si tal sociedad no se hubiese consumado. En su boca el reclamo suena ya gastado.

De su lado, los panistas están inhabilitados para abrir la boca: durante 10 años fueron ellos quienes, con Martha Sahagún y Felipe Calderón a la cabeza, se dedicaron a crecer en importancia a Gordillo. ¿Con qué cara podrían ahora salir a criticar la alianza PRI-Panal?

Curiosamente, donde las cosas han caído muy incómodas dentro del PRI. Es lapidaria la frase del ex candidato presidencial priísta Francisco Labastida, pronunciada esta semana para advertir que Humberto Moreira, máximo dirigente formal del PRI, “escucha más a la lideresa del SNTE que a la militancia” de su partido.

El sinaloense tiene tres buenas razones para mostrar su disgusto en público: en primer lugar guarda memoria de 2000, cuando Gordillo engañó al PRI y apoyó al candidato presidencial del PAN; luego, la guerra cazada que trae la profesora contra el grupo político liderado por Manlio Fabio Beltrones, dentro del cual Labastida tiene un rol relevante, y, tercera, el compromiso eventual para que Elba Esther Gordillo asuma el cargo de secretaria de Educación, a partir del 1 de diciembre del 2012.

No debe olvidarse que el primer trimestre de este año, en un programa conducido por el periodista Leo Zuckerman, la lideresa hizo explicita tal ambición: quiere ocupar la silla que algún día fuera de José Vasconcelos. Podría suponerse que esa condición fue parte del acuerdo signado e inscrito ante el IFE el viernes pasado.

Si, a pesar de todo, tanto descaro es posible, ello se debe a que los ciudadanos andamos ausentes. Quienes habitamos este país nos quejamos de todo, pero no solemos ser consecuentes con el sentido de nuestras quejas. Este es un buen ejemplo: opinamos negativamente de Gordillo, pero no estamos dispuestos a actuar dentro de la urna en coincidencia con nuestras convicciones.

Es por esta razón que los dirigentes de las cúpulas partidistas pueden hacer y deshacer a su antojo; si saben que nadie vendrá a cobrarles por sus malas decisiones, si pueden ir por la vida sin rendir cuentas, si sus razones más pueriles terminan pesando sobre lo fundamental, los hombres y mujeres del poder seguirán haciendo sociedad con quien se les de la gana.

En su discurso para festejar la Revolución Mexicana, el presidente Felipe Calderón dijo que en los comicios del año próximo los mexicanos habríamos de salir a defender la democracia. Tal discurso suena fuerte, pero poco creíble viniendo de alguien a quien le ha tenido sin cuidado la defensa de la ética democrática.

Todo en esta vida se paga; a Calderón comienza a llegarle el momento de cubrir el saldo de sus facturas más grandes: la alianza PRI-Panal la tiene bien merecida.

De nuestro lado, si los electores no reaccionamos ante este evento habremos todos de asumir, con el presidente de la República saliente, un tanto igual. O bien defendemos en público a Elba Esther Gordillo o terminamos asumiéndonos tan cínicos como nuestros gobernantes.
Twitter: @ricardomraphael
Analista político

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